Tractatus Logico-Philosophicus[1]
L. Wittgenstein: "Prólogo"
Wittgenstein, en su obra el Tractatus Logico-Philosophicus, describe en su prólogo, cómo intenta que su trabajo sea en cierta medida, un icono en cuanto a buscar la comprensión lógica del lenguaje. Describiendo que hay una realidad, en la que se dan dinámicamente lo lógico y lo absurdo por lo cual “el límite sólo podrá ser trazado en el lenguaje, y lo que reside más allá del límite será simplemente absurdo”.
Del lado de lo absurdo, quedaría lo que no entra en las categorías de verificación, pero estas categorías de lo que se puede verificar no engloban toda la realidad.
Nuestra experiencia nos aporta la existencia de algo; que aunque nuestra palabras queden limitadas, y que no se pueda llegar a una verificación de su existencia, más sin embargo existen. Y su existencia tiene como base la autoridad de quien nos lo revela, tanto como las acciones que de esa palabra dada (revelada) traen como consecuencia en quien las acepta. Transformándose en decisiones, actitudes, que son hechos reales, que no se los puede englobar en lo absurdo.
Hechos que se trasforman en vida, como cuando una persona le dice a otra que la ama y que desea estar a su lado para el resto de la vida, y que renuncia a todo por estar a su lado, por donarse él mismo como singo de entrega, y que se traduce en un sello de alianza nupcial, por medio de unas palabras y en el que los dos se vuelven uno solo.
Palabras del consentimiento, que dentro del rito matrimonial engloban una connotación trascendental. Es posible que las palabras puedan describir, él te amo, pero él“te amo”, no es el AMOR, es solo la referencia de lo que realmente es; es un mero signo del amor. Pues el amor es el acompañar a tu pareja al pie de la cama, cuando está sufriendo en una enfermedad, es reír con ella por sus logros, gozar de los placeres de la vida y hacerse uno solo en sus desvelos por sus problemas, es envejecer juntos después de una vida lograda. Y que encarnados en su cotidianidad se van configurando con su misma existencia.
Es verdad que las palabras son cortas y que carecen de lógica, que pueda explicar el amor, la fidelidad. Pero no por que sea nuestro lenguaje limitado, lo que no se pueda abarcar sea mejor callar, pues los amantes no callan en el silencio, se dicen todo, con solo una mirada y con un solo suspiro se entrelazan sus vidas, el lenguaje es limitado en su expresión lógica, pero las experiencias de la vida no se acaban, no respetan los limites de nuestros pensamientos expresados en los signos de nuestro lenguaje pues por mucho que diga, siempre quedará algo por decir.
Es imposible comprobar la expresión “te amo”, pero si es comprobable el hecho que conlleva ese “te amo”, ya que su vida es testigo de eso, como exigencia y regalo de vida, si se quiere su verificación, será “por sus frutos los conoceréis”, pues esa autoridad de una vida llena de entrega es la garantía de que no es absurdo, de que es real, lleno de lógica, lleno de vida.
No es mi intención desvalorar el trabajo de Wittgenstein, me parece que el Tractatus Logico-Philosophicus, es un magnifico encargo que ha llevado a su autor a develar al lenguaje en su universo lógico, y como ha servido en cuanto a su cometido. Ciertamente que esta escalera que ha servido para lograr una base sólida, da como consecuencia al lenguaje como expresión del pensamiento, fundamento para un sistema científico, que puede ser innegable en su aplicación debido al rigor que de suyo conlleva, en su verificación. De ahí su importancia.
Por lo cual no quiero ser negativo a la hora de echar una mirada a su prólogo, pues yo mismo soy consiente de mi ignorancia en muchos campos, más sin embargo la experiencia de la cotidianidad, me da la certeza que “de eso que se no se puede hablar”, me parece hay algo que si se podría decir y hay que decirlo.
[1] L. Wittgenstein: "Prólogo", Tractatus Logico-Philosophicus (1922).Traducción castellana de Jacobo Muñoz e Isidoro Reguera. Alianza, Madrid, 2003, pp. 47-48.
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